Valor Senior: Babyboomers, el tiempo está de nuestro lado.

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Time is on our side, yes it is. Mick Jagger

Si tu primera juventud transcurrió en los 70 o los 80, sabes muy bien que "los tiempos están cambiando" y sabes que es posible que con el tiempo Facebook se convierta en el "vinilo" de las redes sociales, un rincón para que los "senior" reencuentren a sus compañeros de colegio, de facultad, de "mili"... de camino.


No quiero repetirme. Hoy no hablaré de la discriminación por edad o de la estupidez de apartar de la vida laboral a profesionales expertos de más de 50.
Hoy quiero hablar al oído de mis compañeros de generación, alejándome de las comparaciones con otras generaciones tan de moda (yo que soy millenial por vocación y babyboomer por la fecha de nacimiento), o metiendo en el mismo saco a todos mis congéneres... Porque está visto que a medida que pasa el tiempo más te singularizas, cada cual con su historia, sus vivencias, sus temores, sus experiencias, sus éxitos y fracasos... aprendizajes únicos que nos conforman como seres irrepetibles.

Tal vez en la adolescencia y primera juventud lo que nos queda por probar y por vivir nos hermana y homogeneiza, pero llegados a cierto punto del camino lo que nos une es precisamente la diversidad, el que todos tenemos una historia peculiar y diferente que contar. 

Así que de poco sirven etiquetas generacionales, inventarios de cualidades y defectos asociados a una fecha de nacimiento.

Esa sensación de "diferencia", de historia ya cerrada o concluida, a menudo provoca, y es deseable que así suceda, que nuestro conocido y previsible mundo se tambalee y entremos así en la fecunda crisis madurescente en la que nos negamos a creer que estamos al final del camino, que no hay nada nuevo por vivir y resolvemos o bien tirar la toalla e instalarnos en esa comodísima zona de lo conocido y a "verlas venir" o, aguijoneados por la curiosidad que todo lo rejuvenece, recomenzamos de cero e iniciamos un nuevo camino ignoto, incierto, arriesgado, apasionante.

Está la red llena de listados, decálogos y frase..., consejitos de tres al cuarto que se ofrecen como "café para todos" y a nadie sirven en realidad, porque somos cada uno de nosotros únicos e inclasificables y las respuestas a la crisis madurescente que inicia nuestra reinvención personal, serán, por tanto, individuales.

Pueden ser comunes algunos síntomas: una cierta sensación de ansiedad en la boca del  estómago, un aparente bloqueo buscando la salida de la caja en la que estamos metidos desde hace años, la clara determinación de dejar de fumar o de cambiar de hábitos alimenticios, un rechazo profundo a la autoridad que emana de la jerarquía y no del conocimiento o el talento, la necesidad apremiante de transmitir lo que sabemos o de cuidar de otros más débiles que nosotros, un cierto gusto por la soledad y el recogimiento.

A veces una sonrisa comprensiva frente a ciertas pueriles rebeldías de adolescentes o jóvenes. A veces una reacción airada frente a una flagrante injusticia. A veces nos acomete la necesidad imperiosa de cantar o bailar. A veces en medio de la noche nos despertamos sobrecogidos tras asistir a nuestro propio entierro...  

Lo que nos es común es esa eterna juventud del que no ha perdido la curiosidad y la pasión por aprender, lo que nos es común es (unos antes, otros más tarde) el estallido de la crisis madurescente que nos hace preguntarnos ¿esto es todo lo que hay? ¿Ya está? ¿Y ahora qué?

Lo que nos impulsa entonces poco tiene que ver con la edad. Todos tenemos esa lista de deseos no cumplidos, de sueños infantiles o juveniles que aparcamos por la razón que fuera, que se esconden dormidos en un rincón de nuestra memoria... ¿por qué no ir a por ellos ahora?

Tengas la edad que tengas, feliz revolución madurescente. Al otro lado se encuentra la serenidad, la fuerza creadora y la necesidad de compartir, necesarias para liderar con otros la transformación social que estamos viviendo.


Aprender es el único antídoto contra la vejez. Howard Gardner


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